El 2 de abril de 1967, coincidiendo con la fecha del nacimiento del escritor danés Hans Christian Andersen, se acordó establecer el Día Internacional del Libro Infantil (IBBY) con el fin de promocionar los buenos libros infantiles y juveniles y la lectura entre los más jóvenes.
Los lectores son lectores porque en su infancia han leído tebeos, comics, cuentos y otras lecturas. Incitar y promover la lectura es tarea de padres, profesores y educadores. Desde El Capitán Trueno, hasta los héroes de Marvel, pasando por Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón y tantos otros pueden ser útiles para convertir en un futuro lector a cualquier niño, niña o adolescente.
Incluso Cenicienta, tan denostada (solo hay que entender la metáfora y descontextualizarla para saber que hoy no hay cenicientas sino mujeres buenas y trabajadoras que no tienen como meta un príncipe azul pero sí un cátedra de ciencias) o Caperucita, tan ridiculizada, (las actuales ceperucitas no temen al lobo feroz, pero sí a otros asaltantes de cualquier bosque urbano que quieren maltratarlas, a ellas y a sus abuelitas a las que ahora ayudarían leñadores con apariencia de derechos y leyes con los que no tendrán que ser valientes obligatoriamente o la multitud de Spiderman o Black Panther que hay en nuestro barrio y que son héroes (son nuestros héroes cotidianos capaces de no sucumbir a las dificultades o a la discriminación).
Los libros están vivos, viven en el tiempo y se pueden observar desde un punto de vista diferente pero siempre nos enseñan algo y siempre sirven para fomentar la lectura, cualquier tipo de lecturas. Lecturas con las que nuestros niños y jóvenes viajarán a otras más complejas como La Historia Interminable o Harry Potter y mientras que leen todos esos títulos se harán adultos y ya no hará falta aconsejarles que lean a Shakespeare o a Cervantes o a Sánchez Ferlosio, sabrán que todos son coetáneos y que serán compañeros eternos y comeremos perdices con Sancho Panza y Hamlet en el Jarama y… Colorín colorado, este cuento se ha acabado.